Poco tiempo después, ya estábamos habituadas al ambiente de los estudiantes, a estar pegadas a Londres y a hablar 24h al día en inglés, aunque entre nosotras y con nuestros otros amigos hablábamos castellano. De pronto nos informaron de que tenían que hacer unas reformas en nuestra habitación, pero no especificaron para qué ni qué harían, por lo tanto, cogimos todas nuestras cosas y nos fuimos a encontrar a Rebecca. Rebecca había estudiado antes allí, en realidad, sólo tenía 22 años, así que le cogimos confianza el primer día. Cuando la encontramos, en la biblioteca, le comentamos lo que había pasado y, rápidamente llamó a la recepción. Teníamos que dirigirnos allí para que nos asignaran otra habitación. La recepcionista nos atendió y nos preguntó si había alguien en la residencia de chicas que nos caía especialmente bien. Lucía, que era más atrevida, extrovertida y no le hacía vergüenza nada, iba delante, así que respondió ella. Nuestras mejores amigas eran, aparte de nosotras, que parecíamos una, Maitane y Alba, que compartían dormitorio, pero, ésa habitación, tenía seis plazas, así que, estando todas allí, sobraría una cama. La recepcionista no encontró ningún problema en que compartiéramos paradero durante unos días con ellas si era lo que preferíamos, nos dio las llaves y llamó a Rebecca (nosotras, que le teníamos confianza le llamábamos Bequi) y le informó de los cambios para que no se sorprendiera de de que saliéramos y entráramos como si nada de ésa habitación. Poco después llegamos frente a la puerta de nuestra nueva habitación, la 236.
1 comentario:
Interesante, interesante.
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