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Diez minutos después estábamos en la recepción, las seis. Decidimos ir al bar de cerca de la residencia, más que nada para no tener que coger el bus ni nada. Llegamos y elegimos la mesa siete, la del fondo, la que estaba en el rincón, la que siempre ocupábamos y la que tenía dos partes de sofá morado. En ése bar había muy buen ambiente y nosotras cinco pasábamos horas hablando allí por las tardes, (Mary no venía casi nunca) que no teníamos clase prácticamente nunca, a no ser que fuera opcional. El bar estaba decorado con tonos morados y violetas, con mucho gusto. En la barra estaba Kate, que siempre nos atendía con mucha amabilidad y se acordaba de lo que tomábamos cada una.