SEGUIIS! :) ^.^ (:

Al bajar del avión

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La llegada al aeropuerto fue genial.  Unos minutos antes de aterrizar,  una azafata que hablaba un inglés perfecto, aunque no era raro, estábamos en el aeropuerto de Londres, anunció el fin del vuelo. Al salir, al lado de la otra azafata, la que repetía: “Good Bye” cada vez que salía un pasajero, un chica llamada Rebecca que tenía una camiseta con el logo de la residencia a la que iba alzaba la mano saludándome y haciendo un gesto para que me acercara a ella. Se presentó y me dijo que era la encargada de recoger a las chicas de la 215, Lucia, Ruth y Angy. Esperamos en una cafetería, me habló sobre la residencia y comentó que también sería mi “supervisora” en el campus de estudiantes. Al cabo de una hora o así, llegaba el vuelo de Ruth. Otra vez el mismo procedimiento. Nos fuimos a esperarle al lado de la puerta y cuando llegó nos presentamos y nos fuimos a sentarnos. Unos 20 minutos después, otra vez el mismo ritual para ir a buscar a Lucia. Volvimos a la cafetería, después a los lavabos y por último llamaron a Rebecca, teníamos el coche en la puerta. Cada una con su equipaje, nos dirigimos a la puerta y nos despedimos del aeropuerto. Era cierto, justo delante de la entrada, un coche negro 5 plazas con un maletero gigantesco estaba esperando nuestra llegada. Entramos y empezamos a hablar entre nosotras tres de lo que nos parecía ir al internado, los gustos que teníamos, qué se nos daba bien, el motivo de entrar en la residencia,… un buen rato después, llegábamos a nuestro destino. Salimos del coche cargadas con las maletas y Rebecca nos guió a la habitación que nos tocaba, la 215, pronto me acostumbraría a ése número.  Parecía que nosotras 3 nos llevábamos bien. La habitación era muy sencilla, la pared pintada de amarillo lima clarito, una litera y una cama individual de madera clara, tres llaves colgadas en el amplio armario blanco, distintas sábanas y cojines en la cajonera. Pronto nos acostumbramos a ése espacio. A mí me tocó la cama individual. Cada una dejó sus cosas. Ruth puso un peluche en su cama, sus libretas en una estantería, un marco de fotos de su familia en la ventana y poca cosa más. Lucia, llenó la mitad del armario con su ropa, puso unos cuantos libros de aventuras en la estantería y cambió sus sábanas. Yo, puse mi osito Pepe en la cama, un par de prendas en el armario, dejé mi ropa interior en el cajón de la mesilla, puse una foto de mis amigas Lara y Jessica en la estantería y dejé mis cómodas zapatillas de ir por casa junto a mi cama. Luego, las tres salimos a descubrir todos los rincones de ése nuevo lugar, que sería para las tres, un nuevo hogar durante mucho tiempo.

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Rebecca estaba en una sala muy amplia con colores alegres y una maquina de refrescos, zumos, cafés,… de todo. En la sala había un billar, 3 ordenadores, una área para ver la tele, varios sofás, unos sillones para leer, era como una zona de ocio, para nombrarlo de alguna forma.  Nos sentamos con ella, nos tomamos un refresco y luego nos guió por el campus. Primero al polideportivo, luego al comedor/ cafetería y a la sala de cine donde proyectaban una peli cada dos semanas, a la biblioteca, a la pequeña pizzería y a todas las aulas. En la residencia no estábamos separados los chicos de las chicas, sólo en las habitaciones y teníamos prohibido estar en una habitación masculina a partir de la hora de cenar.

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Cuando terminamos de visitar todo el recinto, ya era la hora de comer.  Entonces nos fuimos a la habitación, nos cambiamos de ropa y salimos en busca del comedor. Era un espacio gigantesco, lleno de mesas de ocho asientos, la mayoría llenos.  Entonces miramos la otra parte de la cafetería, allí había un montón de chicos y chicas haciendo cola con una bandeja en la mano, adivinamos que teníamos que dirigirnos allí. Y nos pusimos las últimas de la cola, aún mirando dónde podríamos sentarnos. Al cabo de un buen rato, por fin, nos tocaba. El menú del día: espaguetis, hamburguesa y unas “cookies” o un helado. No hacía mala pinta, sólo que no me apetecía nada excepto llamar a mi familia. Pero teníamos que comer así que cuando la cocinera, que era muy amable nos llenó las bandejas, nos fuimos en busca de una mesa. Estaba claro que la mesa nº 1 era de las más pijas de ése campus.  Por un momento olvidé que estaba en Inglaterra. Ése comedor era parecido al de mi antiguo instituto. Mesas para las pijas, para los deportistas, para los empollones, vaya, lo típico.  Entonces vimos un hueco, en una mesa medio llena, había 3 tres chicos y dos chicas. Fuimos hacia allí y les preguntamos en inglés, si no, no nos entenderían, que si nos podíamos sentar con ellos. No pusieron ninguna pega, se presentaron y lo pasamos muy bien. En realidad ellos también eran de España.  La chica de la derecha era morena y tenía los ojos muy oscuros, cómo Lucía, pero sus rasgos eran muy diferentes, se llamaba Alba. A su lado estaba Ander, un chico que tenía los ojos verdes y el pelo muy oscuro y un poco rizado, era del país Vasco, cómo Maitane, que tenía el pelo liso de un color sin definir, castaño claro más o menos, y unos ojos marrón almendra. Y al lado de Ruth estaba sentado Jorge que tenía el pelo claro y unos ojos muy bonitos. Estuvimos muy a gusto con ellos y decidimos que a partir de ése momento, iríamos juntos. Ellos llevaban varios años allí así que nos podrían aconsejar y ayudar, aparte de guiarnos, porque estábamos un poco perdidas.

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Poco tiempo después, ya estábamos habituadas al ambiente de los estudiantes, a estar pegadas a Londres y a hablar 24h al día en inglés, aunque entre nosotras y con nuestros otros amigos hablábamos castellano. De pronto nos informaron de que tenían que hacer unas reformas en nuestra habitación, pero no especificaron para qué ni qué harían, por lo tanto, cogimos todas nuestras cosas y nos fuimos a encontrar a Rebecca. Rebecca había estudiado antes allí, en realidad, sólo tenía 22 años, así que le cogimos confianza el primer día. Cuando la encontramos, en la biblioteca, le comentamos lo que había pasado y, rápidamente llamó a la recepción. Teníamos que dirigirnos allí para que nos asignaran otra habitación. La recepcionista nos atendió y nos preguntó si había alguien en la residencia de chicas que nos caía especialmente bien.  Lucía, que era más atrevida, extrovertida y no le hacía vergüenza nada, iba delante, así que respondió ella. Nuestras mejores amigas eran, aparte de nosotras, que parecíamos una, Maitane y Alba, que compartían dormitorio, pero, ésa habitación, tenía seis plazas, así que, estando todas allí, sobraría una cama.  La recepcionista no encontró ningún problema en que compartiéramos paradero durante unos días con ellas si era lo que preferíamos, nos dio las llaves y llamó a Rebecca (nosotras, que le teníamos confianza le llamábamos Bequi) y le informó de los cambios para que no se sorprendiera de de que saliéramos y entráramos como si nada de ésa habitación. Poco después llegamos frente a la puerta de nuestra nueva habitación, la 236.

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Al entrar la sala estaba vacía. Era verdad que ésa habitación tenía más plazas y en realidad era mucho más amplia: más estanterías, más cajoneras, dos armarios, más camas… Esperamos allí a que llegaran Alba y Maitane, que llegaron unos veinte minutos después. Aunque se sorprendieron un poco, Bequi les había avisado de que alguien ocuparía su habitación durante un tiempo, lo que no les dijo fue quiénes éramos. Nos pusimos cómodas, dejamos nuestras cosas y cuando ya estuvimos instaladas ya era hora de volver a clase porque eran las cuatro y media, más o menos. A mí me tocaba francés, igual que a Lucía y a Alba. Maitane iba a ayudar a la biblioteca cando no tenía clase y cómo aquella hora era opcional pues se dirigió a su rincón del campus favorito. Ruth en cambio, había desaparecido cuando salimos de la habitación, así que pensamos que estaría haciendo deberes en la cafetería. Y, efectivamente, cuando terminamos francés, nos dirigimos a la biblioteca para recoger a Maitane, que llevaba toda la tarde allí encerrada y se merecía salir a tomar el aire un poco, cómo todas, nos encontramos a Ruth saliendo de la cafetería junto a Mary, que era una compañera de clase. Era rubia y tenía los ojos negros. Su boca siempre expresaba una enorme sonrisa. Siempre llevaba sus gafas de sol y medio brazo cubierto de pulseras de colores.  Habían quedado para estudiar biología y química y cómo coincidimos pues decidimos arreglarnos un poco y salir.  

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Diez minutos después estábamos en la recepción, las seis. Decidimos ir al bar de cerca de la residencia, más que nada para no tener que coger el bus ni nada. Llegamos y elegimos la mesa siete, la del fondo, la que estaba en el rincón, la que siempre ocupábamos y la que tenía dos partes de sofá morado. En ése bar había muy buen ambiente y nosotras cinco pasábamos horas hablando allí por las tardes, (Mary no venía casi nunca) que no teníamos clase prácticamente nunca, a no ser que fuera opcional. El bar estaba decorado con tonos morados y violetas, con mucho gusto. En la barra estaba Kate, que siempre nos atendía con mucha amabilidad y se acordaba de lo que tomábamos cada una. 

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- A ver si me acuerdo… Lucia: ¿Una fanta de naranja? Alba es más fácil: Coca-cola light, cómo Ruth, ¿Verdad? Maitane… bueno, creo que un zumo de piña natural y… y ella?
-Sí, vas bien, ella es Mary, es de aquí. What do you want to drink Mary?
-I’m going to drink the same than Alba’s.
-Bueno chicas, ¿ya está?
-Sí, gracias.
Kate sabía español porque había pasado todos los veranos de su infancia en Asturias. Era agradable, no tenía más de 24 años y nos caía muy bien. En realidad, Mary ta,bién sabía un poco de castellano, pero no pronunciaba bien y le daba vergüenza practicar con nosotras.

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Se nos pasaron las horas muy rápido y tuvimos que ir corriendo al campus porque a las 9 cerraban la puerta de entrada, aunque después, normalmente, hasta las doce podíamos estar fuera excepto los jueves, que nos daban permiso hasta las 2: 30. Ésa noche la comida de la cena estaba realmente asquerosa, pero Jorge y Ander no pararon de hacer bromas y lo pasamos muy bien. Después de cenar, nos fuimos a duchar y nos pusimos monas para salir con los chicos.
Ruth: vestido oscuro ajustado brillante y manoletinas negras, ¡estaba guapísima!
Alba: pitillos tejanos claritos, una blusa morada y taconazos negros, le sentaba genial, de verdad.
Maitane: falda verde y básica blanca, sus sandalias planas (ella es bastante alta, me saca 3 dedos) eran color camel,  le quedaba súper bien.
Yo: pitillos tejanos gastados, camiseta negra, cinturón azul oscuro de goma y sandalias romanas de tiras, no me quedaba mal, jajaja.
Entonces, todas diferentes i preparadas fuimos hacia la entrada. En el muro del lado de la verja nos encontramos  los chicos esperándonos y con ellos a Mike (el que se sienta junto a Lucia en biología) y a Alexis, el chico que se sienta junto a mi en física y al que se le da mucho mejor que a mi dicha materia.  Ellos iban muy informales… Todos con jeans y camisas de manga corta. De cuadros, a rayas, lisas,… Lo que de verdad importaba es que les sentaban muy bien. Esa noche invitaban ellos. También era jueves. Todo era perfecto. Tenía muchísimas ganas de pasarlo bien. Por suerte los chicos habían cogido billetes de metro, según ellos, para poder ir a un pub que pillaba lejos de allí. 

(9)
La sorpresa llegó cuando nos dimos cuenta de que nos habían llevado a una fiesta privada que habían organizado unos amigos suyos en una casa lejos del centro. ¡Vaya mansión! Aún no me explico cómo lo habían conseguido. Un dj. alucinante, una mesa llena de bebidas, un salón lleno de gente, y un jardín impresionante con césped y piscina. Lástima, ésa noche no había luna. Pero podía apreciar todas y cada una de las estrellas del firmamento.  La verdad es que tuve que salir sola a la terraza. Quería estar sola y pensar.
Pensar resultó difícil. Demasiadas cosas en la cabeza. Estar sola no, aunque estaba rodeada de gente, sentí que podía hacer lo que quisiera que no lo notaría nadie excepto las estrellas, que lo guardarían todo en secreto, mi pequeño secreto con el cielo.
Lucía se había ido a bailar en un rincón con Mike, seguro que lo estaba pasando bien.  Alba estaba con el dj., la música le vuelve loca. Maitane y Ander estaban charlando con Ruth, Jorge y Caroline, la prima de Mike. Ruth estaba bailando como una loca en medio de la multitud. Yo continuaba sola en la terraza, tumbada en el suelo y apoyada en un árbol robusto, entonces pasó algo que aún no consigo entender.
Mike y otro chico que yo apenas conocía salieron a al jardín entre empujones y empellones. En ése mismo instante me levanté para intentar separarles, lo mismo que hacían Lucía, Alba, Ruth y Maitane pero la gente empezó a formar un torbellino alrededor nuestro y una mano fuerte y segura me quitó de en medio y me llevó hacia las escaleras. Yo, abducida por él, por el dueño de la mano que tiraba de mí hacia arriba subí las escaleras ligera y con rapidez hacia la terraza más bonita que alguien hubiera podido imaginar. Hamacas, luces tenues y… Alexis. No le había reconocido entre el tumulto de gente pero allí estábamos. Él, yo y las estrellas. Estaba sorprendida, sí, pero no puedo negar que me gustaba ésa situación.
¿Alexis? Sí, él. Mi compañero de química. El que me ayuda con mis deberes cada miércoles por la tarde en sus horas libres. El que vive en un pueblo que está verdaderamente cerca de mi casa. El chico más atractivo, ¿qué digo?, guapo del campus. El chico con los ojos azules más sinceros que nunca han estado tan cerca de los míos y… el chico con los labios más suaves que jamás me han besado. Sí, me ha besado. Me ha besado ahora, hoy. Una y otra vez. Con amor. Con dulzura. Y yo, al final, me dejo llevar por él y le beso. Y nos besamos. Locuras de las noches de jueves.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece........................................................................................................................................................................................................................................................................................................una mierda!!!!!!

Anónimo dijo...

I loove your story. I like a lot... but the only thing that I want is that you make another story like that.